Hace poco más de un año que entregué una escultura que me encargó un cliente y que consistía en un mural en el que se desenvolvía una cadena de dodecaedros que quedaban incrustados en la superficie. El mural estaba dividido en tres partes y tenía un total de 9 metros de longitud.
Además la figura estaba comprimida, lo cual tenía un doble objetivo: crear una sensación de perspectiva algo extraña, ya que el cerebro del espectador tiende a interpretar que está viendo poliedros regulares cuando no lo son, y que la escultura sobresaliera menos de la pared, haciéndola también más atractiva a corta distancia y reduciendo el esfuerzo de los anclajes.

Reconozco que a esas alturas no tenía yo mucha experiencia en eso de crear una escultura por encargo, pero lo cierto es que la idea surgió más fácilmente de lo que esperaba cuando el cliente me enseño su jardín y me dijo que quería algo para la pared del fondo, aunque, como es lógico, no sabía qué exactamente.
Supongo que debió ayudar mucho el carácter del cliente, una persona con la que resultaba fácil dialogar y congeniar. Buscando alguna idea que encajara bien con el diseño del mobiliario e indagando en los gustos del cliente le hice esta propuesta y, con algún matiz, acabó cuajando.
El proceso de fabricación en sí fue todo un reto, ya que nunca había hecho algo tan grande y de echo me acerqué mucho a los límites de lo que podía hacerse en mi recién estrenado taller de 35 m2. Tuve que hacerme una grúa con ruedas para manejar las piezas. Con eso creo que te haces una idea de lo que fue.

De la instalación definitiva se ocupó el paisajista Fernando de Miguel, que fue quien había diseñado y realizado el jardín (una gozada, dicho sea de paso) y nos puso en contacto al cliente y a mí.
El caso es que ese concepto me gustó y supe que algún día volvería sobre ello. Se ha hecho esperar, pero este mes por fin he encontrado el tiempo necesario para trabajar ideas sobre esta base y ver a dónde llego. Al mismo tiempo voy aprendiendo a manejar nuevas funciones del software de diseño 3d que utilizo, lo cual a su vez me abre nuevas posibilidades. Todo va de la mano.